El fundador de esta Empresa siempre le había contado a sus hijos como comenzó a dar sus primeros pasos en la creación de su ésta. El trabajo y esfuerzo que desde tan pequeño tuvo que hacer y cómo iba con su bicicleta por toda Málaga vendiendo su producto. Pero no había una constancia de ello.
Un día, allá por el año 1.982, una de sus hijas, leyendo «La hoja del Lunes», miraba una página que dedicaba a «la Málaga de Ayer» en la que cada semana publicaba una fotografía dedicada a las antiguas profesiones. Le llamó mucho la atención, más que por el título «Las Antiguas Centrales Lecheras», la fotografía que lo acompañaba, un niño en una bicicleta. Su hija guardó esta hoja para mostrársela a su padre como similitud de lo que él tantas veces le había contado de sus comienzos.
Cuándo llegó a casa lo primero que hizo fue enseñarle el periódico, lo que no esperaba era la reacción de su padre cuando al mirar con detenimiento la fotografía se reconoció en ella. En cada detalle, la bicicleta, el golpe del guarda barro, la ropa que llevaba, el peinado, como llevaba atadas las cantaras que parecían de leche, el lugar en el que había sido tomada…. todo en aquella fotografía le verificaba que era él mismo, cuando aún era un niño. No salía de su asombro, como aquella fotografía había llegado por arte de magia a sus manos.
Entonces se puso manos a la obra para intentar contactar con el fotógrafo de la misma, «Bienvenido Arenas», el cual ya no vivía y era «Julian Sesmero» el que se dedicaba a publicar y comentar su trabajo. Habló con él y le explicó todo lo que le había llevado hasta allí, hasta el punto que el sobrino del difunto fotógrafo le regaló el cliché de la foto para que Francisco Rodríguez Martín, «El Niño del Aceite», pudiera usarla como imagen de su Empresa.
Cada vez que Francisco se enteraba de alguna exposición de este fotógrafo, allí que aparecía para renombrar su fotografía y cambiar el título de «El Lechero», por la de «El Aceitero».